«No escribo en francés, ni escribo en criollo. Escribo en Maryse Condé».
Es la inapelable declaración de una mujer de ochenta y un años, francesa, difusora de la cultura caribeña de origen africano, activista feminista, escritora prolífica (cuenta con más de dieciséis libros traducidos a varios idiomas, entre poesía, novela, ensayos, cuentos y autobiografía) y ganadora de diecisiete premios, el más reciente el Premio Nobel Alternativo de Literatura de 2018. Con semejante palmarés e impresionante trayectoria, cualquiera pensaría que se trata de una autora renombrada entre el público o al menos no desconocida… Pues siendo así, ¿cómo es posible que haya pasado tan desapercibida hasta ahora?
Maryse Condé, la menor de ocho hermanos, nació en 1937 en Guadalupe, un pequeño archipiélago de las Antillas situado en el mar Caribe, lugar de donde extraería más adelante la inspiración para muchos de sus escritos. Estudió Literatura Comparada en la Universidad de la Sorbona en París y en la década de los ochenta y noventa fue profesora en países como Ghana, Guinea, Senegal, Francia o Estados Unidos, donde impartió clases en las universidades de Columbia en Nueva York, California, Virginia y Berkeley.
La extensa producción literaria de Condé, que como hemos dicho abarca prácticamente la totalidad de los géneros, explora asuntos raciales, culturales y de género en una superposición de eras históricas y se caracteriza por un estilo en el que se mezclan ficción, costumbrismo, terror, suspense y realismo mágico. Tanto sus novelas como sus escritos teóricos no son sólo un vivo ejemplo de la existencia de la literatura caribeña, también demuestran una gran preocupación por las injusticias y problemas que atañen directamente a la población femenina. Además de abordar numerosos temas con una fuerte mirada feminista, Condé ha afrontado asuntos relacionados con la sociedad caribeña como la negritud, el colonialismo, la memoria de los dioses y los ritos ancestrales, la esclavitud, los condicionantes raciales, el expolio, la caza de brujas o el surgimiento de la clase media centroamericana, y lo hace poniendo a menudo al frente de sus tramas argumentales a mujeres originarias del Caribe que se ven inmersas en la compleja circunstancia social y cultural de un país africano aún bajo el dominio de autoridades post-coloniales avezadas en las más sofisticadas artes de la represión y la corrupción política.
Es el caso de la protagonista de Célanire Cuellocortado, una guadalupeña movida por un irrefrenable deseo de venganza ante la terrible agresión que sufrió de niña y cuya herida se convertirá en el símbolo del crimen cometido no sólo contra las poblaciones nativas sino contra las mujeres víctimas de violencia en todos los lugares del mundo.
Escrito a un ritmo trepidante y furioso, sin apenas concesiones, Célanire Cuellocortado es, de este modo, el relato de la venganza que podría (y debería) ser la de todas las mujeres, además de una oportunidad que la autora aprovecha para abordar brillantemente algunos de sus temas favoritos: la tensa relación entre colonizados y colonizadores, el tormento de los pueblos oprimidos, el sufrimiento milenario de las mujeres, la convivencia entre vivos y muertos, el uso criminal de creencias ancestrales, la homosexualidad femenina y la consagración de la heroína rebelde en un imaginario tan poderoso como necesario aún, y especialmente, en nuestros días.
Porque como la propia Maryse Condé ha admitido: «No podría escribir cualquier cosa… a no ser que tenga una importancia política segura».
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